viernes, junio 09, 2006

ALIMENTO URBANO (rescatado debajo de la colcha donde duerme el Chopy)


Este articulillo, nunca vio la luz, sus intenciones fueron las mejores, pero un descarado proceso de censura lo convirtió en una buena manera de llenar mi papelera de reciclaje en su momento. Hoy, y de manera muy fortuita le quito el polvo y lo publico, tras la sorpresa de algunos (dos personas en realidad).
La foto: el real significado de una Patá en la Garganta. gracias Paula, ese día renací. La otra foto, las consecuencias de una patá mal pegada, una cuneteá con mezcla de colocao, es eso y no el maldito pisco sour que le propinó tatan macho que mataron a este patetico personaje, ok?... saludos CHAMELO



ALIMENTO URBANO
Coke González
El delicioso tubérculo, producido en las fértiles hectáreas de un campo de Abrantes, fue adquirido por el enviado motorizado de un local incrustrado en un populoso barrio del centro de Santiago. Tenía la fábrica en el segundo piso, subiendo una oscura escalera aromatizada por la micción felina. Ahí, el zapallo fue rebanado y mezclado con galones de agua, algunos sacos de harina y un añoso barril que mostraba la leyenda "Protal".

De esos ingredientes resultó una argamasa verdosa que fue aplanada y cortada en un sinfín de círculos, que fueron a parar a un mostrario, reciclado de una carnicería clausurada por matar gatos. En aquel momento, un ambicioso y emprendedor joven decidió adquirir quinientas redondelas. "¡Tán fresquecitah!", argumentó el vendedor mientras depositaba el medio millar dentro de una bolsa negra con la misma extremidad con la que controlaba la caja.

Al día siguiente (y sin moverse de su bolsa), las masas viajaron sobre un carro que no sufría prohibición alguna a pesar de la preemergencia aplicada. Se detuvieron para siempre en la esquina de la Alameda con Arturo Prat. Y de un instante a otro, las magmas se sumergieron en un viscoso, amarillento y añejo líquido que gorgoreaba por la alta temperatura a la que había sido expuesto.

Los círculos se tornaron algo tostados, por lo que fueron bestialmente atravesados por una suerte de estoque y depositados en un gastado receptáculo metálico, que compartía la superficie del carro con dos potes plásticos con la leyenda "Rinso", un vasito con trozos rectangulares de papel de impresora usados y otro recipiente cilíndrico abarrotado de monedas, preferentemente de $10.

Las masas entraron en una oscuridad absoluta, bajo el cobijo de un paño de cocina. De pronto, la luz volvió a resplandecer en sus áridas superficies: la mano del emprendedor cogió dos ejemplares ("calientitas y de las güenas") con un pedazo impreso con alguna vieja lista de contaduría pública. En un acto solemne, le fueron traspasadas a un inocente estudiante, previo pago de $140. Con la misma mano del trueque, el emprendedor recibió el merecido dinero por la transacción.

El par de cocimientos fue separado por sólo un momento, puesto que el mozalbete se disponía a consumar su mancomunión: aprehendió uno de los jarros "Rinso" y, tras una suave presión, logró que fluyera un espeso y jabonoso torrente de mostaza. El mismo procedimiento, aunque con menor intensidad, se repitió con el otro dispensador, del que se distribuyó ají. Una vez que concluyó (y tras escuchar la recriminación del emprendedor: "Chhh, no le echís tanta mostaza, poh"), aprisionó ambas unidades esféricas, para así comenzar con el santo ritual de la degustación, mientras una gota rebelde de mostaza se escurría por su uña meñique.

Horas más tarde, en una casa de los arrabales de la capital, el inocente estudiante se dirigía con urgencia al excusado. En su estadía en el soberano aposento, trataba de concentrarse en el recuerdo de qué había causado aquel desaguisado. Paralelamente, a unos metros de distancia, su padre observaba, en el noticiario, un reportaje que narraba las ventajas de regar con aguas servidas las viejas fincas abandonadas en los campos de la Región Metropolitana.